Construido en 1904 a partir de tablones de pino transportados a las espaldas del Chamonix Alpine Sports Club, el histórico Refuge de la Charpoua es una parada fundamental para los montañeros que escalan los legendarios picos de Les Drus. A la cabaña, que sirve tanto de punto de partida como de llegada para muchas y fabulosas rutas de montaña y exigentes escaladas modernas, solo se puede acceder tras un largo ascenso a pie desde la estación de ferrocarril de Montenvers.

Angustiosas escaleras de mano, travesías por glaciares y morrenas inestables forman parte del camino a la cabaña, que dista mucho de ser un paseo por el parque. En ningún caso se trata de un refugio para turistas, solo los escaladores más expertos y unos cuantos senderistas obstinados consiguen cruzar su umbral.
Hace ocho años, Sarah Cartier, una joven de Chamonix dispuesta a ser su propia jefa, decidió hacerse cargo de este puesto remoto por su cuenta. Desde mediados de junio hasta finales de agosto, ofrece alojamiento y comida a los escaladores, les proporciona información, está pendiente de su progreso y administra primeros auxilios en caso necesario.

Sarah nunca se planteó abandonar su tarea como encargada del refugio ni renunciar a su familia. Con el apoyo de su pareja, Noé, encontró la forma de adaptar su vida familiar a la alta montaña.
«Tener niños aquí ha conllevado un cierto reajuste de las relaciones», explica Sarah. «Cuando algunos de los escaladores se enteran de que estoy criando a mis hijos aquí sola, admiten que escalar Les Drus tampoco es para tanto».
