Hace unos días, en una salida para evaluar la estabilidad de una nevada reciente, vimos un caso de gestión del riesgo que pensamos que vale la pena revisar y compartir con vosotros, a modo de “debriefing”. Es un caso bastante complejo y que permite sacar bastantes lecciones. La primera ya está en este párrafo: la importancia de cuestionarse al final de una salida en la que no hemos tenido problemas  si esto ha sido así porque hemos hecho bien las cosas o por pura suerte. Tenéis una larga reflexión al respecto en el número de febrero del Avalanche Review que pronto estará online, y también en el último número de la revista de la ACNA, la Neu i Allaus. Como no pudimos hacer el debriefing en directo con el sujeto de esta historia lo hacemos aquí, esperando que no ofenda nadie y que nos sirva a todos para aprender un poco. Si el protagonista nos lee, que puede ser que sí, que no se lo tome mal y que nos perdone las inexactitudes en la descripción, que seguro que las hay, y que entienda por favor que sólo utilizamos el caso como herramienta pedagógica.

El caso

Dos días antes había nevado unos 20 cm, y sabíamos que en el límite con el Pallars el viento del noroeste había trabajado fuerte. El boletín mostraba sus primeros Limitado 2 en muchos días, identificando las laderas umbrías y los sotaventos de cotas altas de esta zona limítrofe como los más peligrosos.

Decidimos hacer una salida aprovechando las instalaciones de la estación que nos permitirían ganar cota y acceder a las partes más nevadas e interesantes, así que el remonte de la Lhança nos dejó a 2500 m bajo el Tuc del Muntanyó d’Arreu. Remontamos la ladera suroeste a pie, pues el viento la había dejado bien pelada, en medio de un aire gélido (-13º y un viento que todavía hacía descender la sensación térmica). Desde la cresta el panorama sobre el estany del Muntanyó era de un manto muy afectado por el viento, con acumulaciones y zonas desprovistas de nieve.

Nos sorprendió ver, en un pequeño ventisquero cerca de la cresta, las marcas evidentes de un test de estabilidad. No ocurre a menudo en nuestra región, y aquí nos conocemos todos… Seguimos las trazas por la cresta, vimos una línea de curvas agresivas sobre una acumulación bien empinada y al final de estas un esquiador solitario poniendo pieles, así que nos acercamos donde estaba para conocernos, buscando una bajada algo menos cargada y suave. De la conversación que  siguió podemos extraer algunas ideas claves:

– Él había identificado la vertiente como potencialmente peligrosa, y había decidido hacer un test para obtener más información. El test había sido negativo.

– Si había hecho el test también era porque yendo solo quería estar más seguro de su decisión.

– Había leído el boletín y le parecía que se trataba de una situación de RIESGO bajo, en la que era aceptable esquiar solo fuera de la estación.

Nos deseamos buenas y seguras esquiadas, y nosotros seguimos con nuestra salida. Pero a medida que foqueábamos y le dábamos vueltas nos dimos cuenta de que lo que podía parecer una actuación impecable en realidad haría que el buen Werner Munter se arrancara las barbas de indignación por lo mal que se había formado a esta persona.

Werner Munter, el maestro Suizo

El re-análisis

Lo primero que salta a la vista, por los que estamos habituados a este lenguaje, es el mal uso de la palabra riesgo, cuando lo que se quiere decir es peligro. Remilgos de experto, me diréis, ¿qué más da cómo le llamemos? Pues hay una diferencia fundamental que, en este caso, es la clave de una toma de decisiones que creemos poco acertada. La definición más aceptada de riesgo es esta:

RIESGO = PELIGRO x EXPOSICIÓN x VULNERABILIDAD

Ciertamente, el riesgo es lo más importante, y es lo que tenemos que manejar nosotros cuando salimos a la montaña (y en general en la vida), actuando sobre alguno de los tres factores de esta ecuación. Revisamos estos factores en el caso que nos ocupa:

Peligro

A pesar de haber leído el boletín de peligro de aludes, que ciertamente indicaba un modesto Limitado 2, había que identificar que las vertientes peligrosas indicadas eran justamente las que el esquiador se planteaba atacar. El hecho de hacer un test de estabilidad trataba de acotar y evaluar localmente este peligro, pero un test hecho al borde una cresta en una situación de nieve venteada es muy poco representativo de lo que ocurre unos metros más allá, la variabilidad espacial de la nieve en estos casos es enorme. Si hemos de dar uno de los colores del semáforo al peligro en aquella vertiente concreta sería como mínimo naranja.

Exposición

En este caso el esquiador elige exponerse justamente en las vertientes más afectadas por el peligro de aludes. No es un tramo largo, pero la vertiente es bien empinada (35-40º) y convexa, perfecta para el desencadenamiento. Exposición en rojo pues.

Vulnerabilidad

Esquiar solos nos hace terriblemente vulnerables, cualquier accidente se magnifica y las consecuencias se vuelven pronto graves. Una temperatura de -13º y una sensación térmica cercana a los -30º hacen que las probabilidades de que una lesión leve acabe en un problema muy gordo aumenten también dramáticamente. Vulnerabilidad en rojo también.

Por lo tanto, cuando hacemos el producto de estos factores el resultado da un valor elevado. ¿Demasiado? Esto ya es una cuestión de cada uno, todos tenemos nuestros umbrales de riesgo aceptable, solo hay que ser conscientes del riesgo al que nos exponemos. Nunca conseguiremos un cero: el peligro nunca lo es y no hay manera de ser invulnerables. Podríamos reducir la exposición a cero quedándonos en casa, pero entonces otros riesgos tomarían el lugar al de los aludes… Pero si alguno de los tres factores aumenta mucho debemos hacer algo para reducir los otros dos.

Werner Munter es muy crítico con los tests de estabilidad, y busca una aproximación más global, basada en su famoso 3×3. Esquiar una placa de viento convexa y de 40º de pendiente al día siguiente de su formación, solos y en un día de frío intenso, basándose en el resultado de un test de estabilidad negativo sería justamente el tipo de argumento que él sacaría a la luz para criticar a quienes, como nosotros, pensamos que los tests de estabilidad pueden ser una ayuda para entender lo que está pasando en la nieve. Pero nunca, nunca, podemos basar una decisión de consecuencias graves en el resultado de un test, o nos estaremos haciendo trampas al solitario.

Este articulo esta publicado originalmente en la web del Centre de Laueci d,Aran