Si existe una cordada legendaria en la historia de la escalada en España, esa es sin duda la de los aragoneses Alberto Rabadá y Ernesto Navarro. A finales de los años 50, cuando la escalada aún era en España una actividad minoritaria y desconocida, Alberto y Ernesto, que estaban realizando grandes actividades por separado, juntaron fuerzas en una meteórica y trágicamente breve unión que deparó en la apertura de varias vías excepcionales.
Rabadá y Navarro aunaron todos los ingredientes para convertirse en un mito: juventud, pocas aperturas muy comprometidas, y un estilo innovador, como las estrellas de rock. Su desgraciada y trágica muerte en la famosa e infausta cara norte del Eiger el 15 de Agosto de 1963, justo un año después de la apertura de «la Oeste», convirtieron a Rabadá y Navarro en una leyenda.
La cara oeste del Picu
Entre los escaladores, cuando alguien nombra “la Oeste”, todo el mundo sabe de qué pared se está hablando. De entre todas las paredes con la misma orientación, la del Picu Urriellu, es sin lugar a dudas la más afamada. A principios de los años 60, cuando las demás caras del Picu ya habían sido ascendidas por varias rutas, su impresionante pared oeste, con 600 metros de caliza vertical y lisa, permanecía sin ascender
La vía que imaginó Alberto Rabada, que se había obsesionado con ser el aperturista de la magnífica tapia, comenzaba en el lado derecho de la pared, hacía una travesía a media altura y salía a cima por el lado izquierdo. En el centro de la pared había una placa que parecía completamente lisa, impracticable e ineludible. Por más que buscase una alternativa, aquella placa se interponía siempre. Instintivamente supo que aquella placa era la llave de la vía. Para la mayoría de sus repetidores, sigue siendo la clave del éxito.
A su vuelta a Zaragoza, después de una ascensión por la cara sur, planteó sus planes a su compañero, Ernesto Navarro, y días después ambos volvieron a El Picu para intentar llevarlos a cabo.

Filmando durante la apertura de la primera vía de la cara oeste del Picu Urriellu.
Como comento más arriba, la pareja fue muy innovadora en el panorama montañero de su época. Y no solo por la utilización de material novedoso, su ética, la lógica de sus aperturas o su audacia. En la apertura de la vía a la cara oeste de El Picu, sumaron a su ingente cantidad de material de escalada y vivac una cámara de cine de 8mm, y además de abrir una de las vías clásicas más míticas, comprometidas y difíciles de la piel de toro, realizaron una película durante la apertura. Rabadá y Navarro fueron de alguna manera, la antesala de los influencers y youtubers de montaña, décadas antes de la invención de internet.
Entre tanto postureo, prefiero recordarlos como a un grupo de rock&roll. Uno de los de su época. De esos que al igual que ellos, crearon obras sublimes e imperecederas, rompiendo moldes e innovando.