
La fascinación de Narciso de Dios Melero por las montañas viene de lejos. Guía de montaña y profesor de esquí madrileño, su pasión viene avalada por casi cuarenta años entre idilio y docencia. Sus experiencias vividas en montañas como las del Sistema Central, Picos de Europa, Pirineos, Atlas, Alpes o los Andes, han ejercido como eje catalizador de las tres historias que componen el hilo argumental de su debut literario en clave de autoedición. “Fascinados por la Montaña” es algo más que un mero libro convencional. Invita a la reflexión en un mundo en el que la sensibilidad y los valores éticos se tambalean con el curso del tiempo.
–¿Quién es Narciso de Dios Melero?
Pues un ciudadano normal, trabajador, amante de su familia, leal a sus amigos y apasionado de la montaña, el alpinismo, donde ha volcado su vocación docente desde muy joven.
–¿De dónde viene tu fascinación por la montaña? Como algunas historias de amor, se construyó con un flechazo, mi primera salida, y se fue cimentando con los años y las experiencias vividas, hasta el punto de conformar en buena parte mi manera de ser… ¡es tanto lo que se aprende en ellas! Decía Bonatti que “que las montañas son sinceras, no cómo los humanos; comparto esa frase con todo el dolor que conlleva; pero rápidamente he de añadir que algunos de mis mejores amigos son y han sido compañeros en las montañas.

–¿Recuerdas tu primera salida? Creo que fue una montaña tan modesta como bella: la Peñota. ¿Qué te viene a la cabeza de esos primeros pasos en la montaña?
Exacto. Mi primera montaña fue La Peñota… que entonces la llamaban Tres Peñotas, si me acuerdo bien. Hacía pocas semanas que había entrado como botones en un gran banco de la época, y en la academia donde nos preparaban para las oposiciones internas alguien me invitó a una salida para el domingo. Yo ni tenía nada de lo necesario ni sabía bien a qué iba. Recuerdo que me dejaron todo, desde las botas hasta la mochila. Fuimos a Cercedilla y tengo grabado en mi memoria cómo alguien me ponía unas bolsas de plástico sobre las botas y cubriendo las pantorrillas: los guetres… ¡¡fui incapaz de recordar aquel nombre!, jajaja. Salimos de la estación de tren estuvimos un rato largo en la cima; luego bajamos a El Espinar-Estación para tomar el tren de regreso a casa. Aquello me enganchó: el paisaje, el ambiente, el esfuerzo… no sé; como dije antes, fue como un flechazo, que supuso un comienzo en una actividad que nunca he abandonado. Era el mes de febrero de 1973. Lo que más recuerdo de mis primeros pasos en la montaña es la humildad y las ganas de aprender. Cualquier persona vestida con bávaros y botas, con sus gruesas medias de lana, su camisa de franela o jersey de vivos colores y su barba ya nos parecía un montañero experto… ¡a él procurábamos arrimarnos para aprender! Hoy, con la perspectiva del tiempo, veo cómo teníamos una enorme ilusión que ocultaba una más enorme ignorancia. No había las posibilidades y facilidad en la formación que hoy existe. Recuerdo que antes de atarme a una cuerda ya había subido en verano e invierno a muchas de las montañas de Guadarrama. Los Clubes y sus salidas organizadas eran una estupenda fuente de inspiración y de aprendizaje… y también de visitar zonas inaccesibles por nuestros medios.
–Durante mucho tiempo formaste parte del Club Alpino Maliciosa, hoy reconvertido en el Club Alpino Madrileño. ¿Qué te aportó a nivel personal?
Son los mejores recuerdos que tengo de un club de montaña. España estaba en plena transición política tras la muerte de Franco y el ambiente social, lleno de reivindicaciones, lo impregnaba todo. Nosotros, muy jóvenes, estábamos fuertemente influidos por este ambiente de cambio y reclamación de derechos. Mi primera titulación oficial fue, precisamente, como Monitor de Club, algo que nos permitiera “legalmente” dar cursos… porque la vieja Escuela de entonces nos lo tenía prohibido… prohibición que sorteamos con los llamados Colectivos de Escalada -¡hasta el nombre tiene su enjundia!- que empezamos a impartir en septiembre de 1978 en La Maliciosa. Magnífico ambiente y ganas de romper las viejas estructuras que nos tenían prisioneros… En aquella época, muchos de los grandes escaladores de Madrid formaban parte de ese colectivo. Seguramente esta es una historia que merecería ser contada con detenimiento… a pesar de los escozores que provocaría en algunos. Evidentemente que a nivel personal me marcó mucho todo aquello. Y también como montañero. Allí empecé a volcar mi vocación docente, di mis primeras conferencias, hice mis primeros montajes audiovisuales… fue una época que recuerdo con cariño y nostalgia, pues supuso los cimientos en mi vida de los siguientes años… bueno, hasta ahora mismo, jajaja

–¿Cómo surgió la idea de escribir “Fascinados por la montaña”? ¿Te llevó mucho tiempo escribirlo?
Soy un lector incansable. Mis lecturas van desde la novela al teatro, desde la poesía a los ensayos. Para mí es normal leer uno o dos libros por semana… aunque no siempre me deja la vida, jajaja. Evidentemente, como a muchos lectores, les gusta escribir, y yo lo llevo haciendo desde muy joven; de hecho, he publicado artículos en algunas revistas y periódicos. Mis seguidores de Facebook saben de mi afición a la escritura y por contar historias. “Fascinados por la montaña” se construyó con tres relatos de ficción diferentes, separados por seis años entre el primero y el último. Aunque habría que decir que juntos forman una trilogía sobre las mismas ideas: la necesidad de defender la libertad de la montaña y de que el alpinismo no pierda las esencias con las que empezó: su ética, su compañerismo, su compromiso.
–Al leer los tres relatos que componen “Fascinados por la Montaña” y cotejando la fecha en que fueron escritos, ¿no crees que hay algo de premonición ante el estado de las cosas de nuestras montañas a día de hoy y en un plazo futurible?
Desgraciadamente, no es que lo crea, sino que me parece un hecho indiscutible. Los 20/25 años de diferencia entre lo escrito y la fecha actual, han convertido en realidad aquello que no fue más que una sospecha, una premonición. No me gustaba nada la dirección que estaba tomando el alpinismo y la supuesta conservación de la Naturaleza y la montaña. Y digo supuesta, porque, en efecto, la realidad nos hace ver -a quien sepa mirar con ojos críticos y libertad de pensamiento- que muchos de los postulados de esos que se llaman conservacionistas -¡no digamos ya de los gestores de los espacios naturales!- la realidad de sus hechos contradice sus palabras… escondiendo un pingüe negocio para unos pocos a costa del derecho de muchos. Y lo que más me duele, es que siempre parece haber gente dispuesta a justificar lo injustificable. Son lo que yo denomino, lleno de ironía, como “Coro de Palmeros”… todo esto, en algunas partes del libro queda reflejado (con todos esos años de antelación, como decías).
–“En el corazón de la montaña”, el primero de los textos, se observa una forma original de relatar: una montaña en primera persona. ¿Qué nos dirían las montañas a los hombres si pudiesen hablar?
Pues si las montañas pudieran hablar, estoy seguro que nos contarían una historia muy parecida a la referida en este cuento. Porque este relato del libro, en realidad, es un cuento, escrito en 2002 después de una conversación, bajando de una escalada, con mi buen amigo Carlos Jarque, persona siempre comprometida con la montaña y sus valores. ¡Él nunca pudo imaginar que aquella conversación fuera la fuente de inspiración para un cuento tan intenso como corto… y tan lleno de sentimiento!
–“Cuando yo morí…” presenta una situación con la que lidian los alpinistas en todo momento: la posibilidad de sufrir un accidente. ¿Has vivido algún momento crítico similar al que narras en este relato? Por otro lado, ¿no crees que nos falta Cultura de la Seguridad en montaña?
La segunda parte de tu pregunta es muy interesante… pero vamos por orden. Este relato en el primero en el tiempo que se escribió. Fue durante la primavera de 1996, y en él se cuenta un hecho real que viví en primera persona. Todo el núcleo central del relato es fiel reflejo de lo que allí pasó y de lo yo que yo pensé… sólo que aquí le ocurre a Sergio, nombre que pongo al protagonista en recuerdo y homenaje a un gran amigo mío que falleció en la montaña en circunstancias que prefiero no recordar. Todo lo demás del relato forma parte de mi imaginación… aunque se basa en circunstancias que algunos montañeros hemos vivido y participado. Me preguntas que si nos falta Cultura de la Seguridad… ¡y hasta qué punto! Llevo años trabajando, con mis escritos y conferencias, en mejorar y concienciar sobre este importante asunto. Y lo hago a título particular, sin el apoyo de quienes más deberían estar preocupados por mejorar este asunto: “oficialistas” y “federales”. Pero nada me hará cambiar en que siga con esta tarea. Tengo varias conferencias audiovisuales montadas, de diferente nivel técnico, que voy impartiendo allí donde me llaman, y bien saben ellos lo fácil que es ponerse de acuerdo conmigo para que acuda. Y la seriedad de lo tratado no impide que esas charlas resulten amenas e incluso divertidas; porque, a mi juicio, esa es la mejor manera para aprender. Y sí, ¡claro que nos falta mucha Cultura de la Seguridad! Es tarea de todos el incrementarla, porque ese es un estupendo camino para reducir la dramática cifra, cada año mayor, de accidentes en montaña. Y déjame añadir algo más: la humildad y la formación, junto con el espíritu crítico, son la base para lograr incrementar nuestra Cultura de la Seguridad. El resultado bien merece la pena: mucha más seguridad en nuestras actividades y una vida deportiva más larga en el tiempo. Merece la pena cualquier esfuerzo que destinemos a esto.
–“Un loco junto a las estrellas” tiene visos de distopía. ¿Crees que avanzamos irremediablemente a ese mundo que presentas en el relato, donde el protagonista desafía las imposiciones y las reglas del juego de un alpinismo domesticado y de salón?
Este relato es de 1997… y con el tiempo pasado, algunas de las cosas allí descritas se han convertido en realidad palpable… otras, estamos en camino. Pero la esencia de lo que se cuenta, me temo y para nuestra desgracia, es pura actualidad. Y no veo a mi alrededor personas dispuestas a desafiar el status quo actual… al menos en la manera en que lo intenta el protagonista de esta historia. Esto daría pie para un largo e interesante debate: ¿ha traicionado la escalada y el alpinismo actual las esencias de aquellas reglas no escritas que le dieron origen? Si miramos la Historia, veremos que ya el gran Walter Bonatti dio un puñetazo en la mesa en el invierno de 1966 abandonando el alpinismo de aquella espectacular manera. De entonces a hoy, salvo excepciones, la cosa no ha hecho más que empeorar. Me temo que estamos más cerca de alcanzar esa distopía planteada en esta historia que de volver a aquellas maneras de entender el alpinismo y la escalada que nos enseñaron nuestros mayores. Y citaré para que se entienda bien, a un estupendo escalador, con quien tuve la suerte de compartir más de una conversación, que decía: “el arte está en hacer más con menos”… Era Ignacio Lucas Fermín… el de las vías Lucas de Pedriza y Galayos. Messner, es también un magnífico ejemplo en ese tipo de filosofía. Y todo ello no quita para esta amena historia esté llena de misterio, de sentimiento, de una reflexión que le obligará al lector a tomar partido… porque desde la primera línea ya se busca la complicidad con el lector.
–En uno de los fragmentos del libro dices: “cada uno es hijo del tiempo que le ha tocado vivir”. ¿Tenemos lo que nos merecemos los que amamos las montañas a día de hoy?
Esa es una frase que se utiliza mucho para justificar determinadas cuestiones… incluso en los temas de política. Pero yo no la comparto… al menos, al cien por cien. Cierto es que muchos no han movido un dedo para impedir ciertos atropellos. En la montaña empezaron robándonos Contreras y allí se dieron cuenta que como colectivo (los escaladores y montañeros) no valemos nada: sólo discutimos por una chapa de más o de menos, pero nadie es capaz de movilizarse como se hizo a finales de los 70 del pasado siglo para salvar Gredos de las urbanizaciones. Hoy la movilización se circunscribe al teclado del ordenador y las broncas en las redes sociales. Cada día nos cierran más el círculo y nadie mueve un dedo… y encima esta ese Coro de Palmeros del que hablaba antes, esos que son capaces de encontrar un argumento para justificar hasta lo injustificable. ¿Nos merecemos lo que nos pasa?… pues en cierto modo sí. Siempre he pensado que, a veces, el ser humano es tan absurdo que sólo es capaz de valorar lo que tiene cuando lo pierde… pero aquí, sin embargo, no parece darse el caso: pocos parecen hoy valorar la importancia de la libertad en las montañas. Y no te dejes engañar con eso de la masificación, porque en muchos lugares son los propios gestores de esos espacios quienes hacen llamadas explícitas para que la gente acuda allí… ¡a lugares supuestamente protegidos! Ordesa o Guadarrama podrían ser el paradigma de esta contradicción: se convierten en parques nacionales para preservarles… pero luego, año a año, los gestores presumen públicamente de batir el récord de visitantes del año anterior. Pura hipocresía… que esconde el tremendo negocio del que hablaba antes. No sé si las futuras generaciones sabrán valorar la libertad en las montañas. A las de ahora, parece importarles poco su pérdida… incluso algunos la justifican. Me temo que el final de esta historia está en que las nuevas generaciones acudirán a parques temáticos… donde tendrán que pagar para visitarles y por los servicios obligatorios a contratar en la visita.

–De todos los momentos que has vivido en las montañas. ¿Con cuáles te quedarías?
Tremenda pregunta… porque es imposible resumir en unos pocos momentos casi 50 años de ir a las montañas. Pero haré un esfuerzo para no eludir la pregunta. Mi vida montañera ha estado marcada desde hace más de 40 años por dos aspectos: la actividad docente y la mía propia. En la primera, seguramente siempre me viene a la memoria la imagen de Gonzalo, un niño de 7 años y Síndrome de Down a quien enseñé a esquiar… pero también me acuerdo de aquellos invidentes que llevábamos a La Pedriza y Guadarrama de excursión llegando a escalar incluso con ellos… o a muchos de mis alumnos en los diferentes cursos que impartido. Muchas anécdotas, algunas muy divertidas. En cuanto a mi propia actividad, creo haber tenido la suerte de compartir montaña con excelentes compañeros. Paco Irigoyen, con quien hice mi primer viaje a Perú y aquella magnífica escalada de la Pared Noroeste del Nevado Ranrapalca, bajando en el mismo día por Llaca y llegando a Huaraz en la que parece fue la primera travesía de la montaña; esta fue una escalada hecha a la manera de los pioneros de la montaña: con más ilusión que información… bueno, información ninguna, pues no sabíamos ni cuál era la montaña cuando íbamos a ella. Daniel Jiménez, con quien he compartido muchas horas de montaña y docencia… con Julito Marina, con quien he realizado muchas y muy hermosas escaladas, como aquella Vía Galletas al Firé de Riglos saliendo de madrugada de Madrid y regresando a cenar a casa… tampoco puedo olvidar a algunas de las personas que he tenido la suerte de guiar hasta la cima de las montañas: del Mont Blanc al Cervino, del Midi d´Ossau al Naranjo de Bulnes, del Aneto o Maladeta al Monte Perdido o nuestro querido Almanzor… Son muchos años llenos de hermosas historias… que han marcado mi vida, claro.
–¿Qué te ha llevado a la autoedición del libro?
Esta pregunta tiene fácil respuesta: no encontré un editor valiente capaz de apoyar a un autor novel. Y no me consuela el que J.K. Rowlin y su Harry Potter tuvieran un duro peregrinaje hasta lograr que una pequeña y oscura editorial apoyara su libro. No me estoy comparando, ¡en absoluto!… pero sí me hace reflexionar que los editores no siempre aciertan. Las pocas ofertas que había recibido para su publicación tenían condiciones tan leoninas, que decidí no hacerlo. Y te contaré algo curioso: tengo en casa un manuscrito del libro enviado a una importante editorial que me lo devolvió diciendo que no les interesaba -otros ni contestaban- pero lo curioso es que venía con anotaciones manuscritas del editor… ¡alguna de ellas con faltas de ortografía! Fue Javier Campos, un estupendo montañero/aventurero granadino quien me dio el último impulso para que yo mismo hiciese la edición de mi libro, una edición muy cuidada y en qué invertí mucho trabajo. En este punto es obligado reseñar y hacer público mi agradecimiento a Sebastián Álvaro, quien prologa el primer relato; a José Luis Ibarzábal, prologuista del segundo relato; a César Pérez de Tudela, quien hace el prólogo al tercer relato; y a Félix Ayuso, montañero y pintor, quien hizo la acuarela de la portada del libro, donde se refleja de manera simbólica mucho de lo que contiene dentro… también hizo el retrato del autor que va en la solapa interior.

–Ante la masificación que sufren las montañas, y contando con que todo el mundo tiene derecho a salir, ¿qué alternativa ves frente a las regulaciones y las prohibiciones? Porque parece que aquí lo fácil es legislar a golpe de prohibicionismo.
Exacto. Es lamentable que la falta de imaginación -por no señalar la falta de conocimiento real- de los gestores de los espacios naturales todo lo centren en las prohibiciones… algunas tan absurdas y alejadas de la ciencia como impedir el tránsito por glaciares y neveros “para evitar su deterioro”. Esto ocurrió en Ordesa con la Norte de Monte Perdido y ahora está encima de la mesa con los neveros de Picos de Europa: el de Torrrecerredo es un ejemplo de ello. Y digamos más: ¿cómo se entienden las prohibiciones para una supuesta conservación del medio cuando se hace una publicidad desmedida, y muchas veces engañosa, para que la gente acuda a esos lugares en masa? Esto es muy grave: publicitamos en exceso los espacios supuestamente protegidos… y luego, los gestores presumen de haber batido el récord de visitantes con respecto al año anterior. ¡Pura contradicción!, ¡pura hipocresía!… que, como digo siempre, esconde un pingüe negocio de unos pocos a costa de los derechos de muchos. No soy tan listo ni tengo tanta preparación cómo para saber cuál es la exacta solución al problema. Pero ello no quita para que sea consciente de que el camino seguido en los últimos años es un grave error. Nuestro abuelos no hablaban de “ecología”… ¡ni siquiera conocían la palabra! Pero, sin embargo, nos dejaron un entorno Natural en perfecto estado; y habría que tener en consideración que ellos “utilizaban” la Naturaleza en todos sus sentidos: sacaban leña y madera, recolectaban frutos y setas, utilizaban los pastos… ¡¡vivían en ella y de ella!! Ahora, una colección de ecologistas-urbanitas y de salón, unos desde sus despachos y otros desde detrás de la pancarta, imponen normas que hubiesen hecho sonrojar a nuestros abuelos… y más aún si pudieran comprobar como, pese a sus pretendidas ansias conservacionistas, cada día van transformando más el paisaje, ajardinando sus espacios y convirtiéndolo en algo más parecido a un parque temático que a Naturaleza intacta. La pista de Ordesa hacia las Gradas de Soaso, el nuevo camino del Circo de Gredos o el entorno del Puerto de Cotos son claros ejemplos de lo que digo. Facilitar los accesos y llenar “por necesidad” de aparcamientos desmedidos y de edificios que ofrezcan diversos servicios (comidas, café, etc.) es parte del problema. Pienso que el único camino válido está en la formación, porque ella nos lleva al conocimiento y el conocimiento al respeto y, quizá, a enamorarnos del entorno… que es la única manera de defenderle sin transformación. Y no olvidemos que la distancia es inversamente proporcional a la masificación.
–¿Cuáles son tus libros favoritos de literatura de montaña y los escritores que mejor captan la esencia del mundo del alpinismo?
Hay unos cuantos… pero quizá no tantos como pudiera parecer. Mi primer libro de montaña fue “Entre cero y ochomil” de Kurt Diemberger; simplemente me impactó su manera de contar las historias y cómo destilaba amor y pasión por la montaña en cada página. Años después tuve la suerte de compartir comida con él, y en la distancia corta me impactó más aún su fuerte personalidad. Cualquiera de sus libros es una joya. Roger Frison-Roche con sus míticos “El primero de la cuerda” y “Grieta en el glaciar” es capaz de transmitir la esencia del alpinismo con compromiso y la labor de los guías de montaña. No diré que mi vocación a ser guía nace de esas lecturas… pero tampoco puedo negarlo, porque junto a los libros de Gaston Rébuffat, con esa capacidad suya de hacerte soñar, con frases tan llenas de poesía, es posible que allí se fuera cimentando esa vocación, apoyada en mi espíritu docente. Recuerdo que, en mi primer Mont-Blanc guiando a una persona, la enorme ilusión que llevaba al poder hacer lo mismo que mítico guía marsellés… y en su terreno. Otro libro de mis primeras lecturas que me impactó fue “La montaña y el Hombre”, de Georges Sonnier. “Tocando el vacío” de Joe Simpson nos descubrió a otro estupendo escritor; todos sus libros tienen algo interesante.
–¿Cuál es tu asignatura pendiente o sueño ya irrealizable en materia montañera?
¿irrealizable?… bueno, la vida da muchas vueltas y nunca se sabe… hay muchas escaladas que se quedaron en el tintero y que, ya por edad, cada día será más difícil que puedan cumplirse: algunas en España y un buen puñado en Alpes y Dolomitas… o los Andes; tampoco tuve ocasión de ir al Himalaya. Pero por no eludir lo directo de tu pregunta, se me vienen a la mente dos proyectos que en su momento no llegaron a cuajar: después de mi segundo viaje a Perú, soñé con escalar el Taulliraju, una montaña de la Cordillera Blanca de 5.830 m.s.n.m. y cuya impresionante pared no tenía vía alguna todavía; sabía que la había escalado por primera vez Lionel Terray… nosotros habíamos pasado muy cerca de ella cuando fuimos al Alpamayo. La otra era un proyecto más ambicioso aún: la Torre Muztagh, un siete mil del Karakorum al que no habían ido aún los españoles y que tenía una historia que me impresionó mucho, pues tenía similitudes con la primera ascensión al Cervino. En la Muztagh, Joe Brown y sus compañeros llegaron la cima escalando por el oeste cinco días antes que Paragot, Magnone, Contamine y otro más… estos subieron por el este. Espero que la vida me de la oportunidad de seguir escalando y esquiando en las montañas… pero voy asumiendo que cada año mis posibilidades de hacer algunas cosas se van mermando. Es ley de vida.

–¿Qué consejos darías a los que quieran iniciarse en el alpinismo?
¡¡Que no tengan prisa!! Hoy parece que queremos llegar a ser “expertos” en dos días y medio. Y en la montaña es un grave error. La formación, la buena formación, se apoya en la paciencia para lograr asimilar los conocimientos. Luego la práctica es el complemento necesario para que todo ello se convierta en experiencia personal. Y no nos engañemos: para ser experto en una tarea hay que cumplir la “regla de las diez mil horas”, esto es, que hay que haber invertido ese tiempo en esa tarea para lograrlo… y es evidente que ese tiempo real de práctica no tiene que ver con el número de años que llevemos en ello, sino con horas invertidas. Y otra cosa importante: cuanto más tiempo dediquemos a la formación -que no sólo consiste en hacer cursos- mejor será nuestro nivel técnico y, por tanto, más seguras serán nuestras actividades. Y conviene resaltar que esa formación debe ser constante en el tiempo, pues los materiales evolucionan y ello hace que las técnicas cambien. ¡Nunca sabemos demasiado de ninguna materia!, por eso el espíritu crítico y la voluntad de aprender -que nunca se deben perder- son los mejores aliados para esa cultura de la seguridad de la hablamos antes.
–¿Tienes en mente editar algún otro libro?
¡Uf, qué pregunta!… lo primero es poder sacar este adelante, que con las limitaciones de la pandemia tenemos aplazadas sin fecha de realización un buen puñado de presentaciones del libro por toda España. Al ser una autoedición no se encuentra en librerías ni en Internet, sino que me lo tienen que pedir a mí directamente y yo se lo hago llegar a su domicilio… si no nos podemos ver personalmente. A pesar de lo dicho, no debería quejarme de la estupenda aceptación que está teniendo. “Fascinados por la montaña” es un texto que engancha… ¡y está recibiendo críticas maravillosas!… alguno que me ha llamado o escrito ha llegado a emocionarme con lo que me decía. Y sí, tengo otro libro totalmente montado para meterle en maquetación e imprimirle. También lleva algunos años así, con el manuscrito rodando por las casas de algunos amigos para que le lean. También parece que gusta mucho… aunque no tiene nada que ver con “Fascinados…” A ver si rescatamos nuestras vidas, empezamos con las presentaciones por todos lados… y será el momento de invertir en otro.
–Si quieres añadir algo más que consideres interesante
Pues mi más sincero agradecimiento a todos aquellos que han comprado y leído el libro. También a quienes hicieron posible que saliera, por fin, a la luz… ya les nombré antes. Todo el trabajo y las muchas horas invertidas, lo digo de corazón, compensan sobradamente viendo la aceptación que tiene, viendo como llega al corazón de los lectores… ¡¡y eso me parece maravilloso… ¡¡y me hace estar agradecido!!
Quién quiera contactar con el autor para pedir el libro puede hacerlo a través de su página de Facebook o mediante correo electrónico: narciddm@gmail.com