
© Miguel Alvarez
Con una pandemia global que ha matado (y seguirá haciéndolo) a mucha gente, y que va a cambiar (ya lo ha hecho) radicalmente la forma de vida/sociedad/economía que conocíamos, la creciente indignación por no poder hacer actividad en el monte, ir a escalar, bucear, montar en bici, navegar, etc. durante unas semanas, me parece una cosmovisión egocéntrica, miope y cortoplacista, para un colectivo al que se le suponía estar educado en otros valores. Necesitamos ir a desfogar a la naturaleza, decimos amarla e incluso postulamos por su protección, pero aprendemos poco -nada- de sus enseñanzas. En el medio natural es indispensable un cálculo óptimo de riesgos y la renuncia, si las condiciones no son favorables, es una de las decisiones que más vidas salva. La solidaridad, en teoría intrínseca al colectivo en cuestión , debería hacernos actuar con responsabilidad: en las actividades deportivas en el medio natural no existe el riesgo 0 y los servicios públicos de rescate y sanidad no están, debido a la pandemia, en su mejor momento. La lógica tendría que hacernos entender que un accidente escalando, buceando o en bici de montaña, y su consiguiente paso por un hospital no es una buena opción, para nadie, en estos momentos. Entiendo el porqué de que solo dejen realizar actividades consideradas de riesgo, con un profesional responsable, y con limitaciones territoriales, por ahora. Solo hay que ver lo que pasó el primer dia que salieron los niños, o que se pudo hacer deporte por el barrio: ausencia generalizada de distancia física, masificaciones, falta de lógica básica al ponerse una mascarilla o al usar unos guantes. Y no era por que no nos hubieran avisado que «eso» (mantener una distancia física, evitar aglomeraciones, circular con orden por la calle, tener empatía…), tan fácil si hay respeto y voluntad, ayuda a no contagiar o contagiarse de una enfermedad que tiene apenas cuatro meses, que actualmente no tiene tratamiento y que mata. Gestionar esta situación es una tarea titánica, una epopeya. Más con una ciudadanía que, desgraciadamente, tiene un problema grave con la responsabilidad individual y el respeto. Con las reglas básicas. Solo hay que salir a la calle, o al super, mirar y analizar.
Esperemos un poco más, para poco a poco recuperar cierta normalidad. Hagamos un esfuerzo por actuar con conocimiento y responsabilidad individual, que genera la colectiva, y es posible que mientras se disipa la nube de virus se abra un horizonte más claro.
El ansia cortoplacista por alimentar insolidarios egos vigoréxicos, adrenalíticos o la cuenta de instagram, son en este momento «pan pa hoy y fame pa mañana».
Y eso, si sobrevives o no matas a alguien.
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